Le llaman “La Gran Manzana” y todavía no sé porqué. Lo que si sé, es que como una gran boca, te absorbe hasta el tuétano. Te recibe  como si te conociera de toda la vida y se te ofrece sensual y majestuosa. Te da todo lo que tiene, que es mucho, sin reparar en tu color, tu lengua y tu bandera; y tú, ensimismado, te vas dejando atrapar en el  influjo cálido de su abrazo, como si tú también la conocieras de toda la vida. Gracias al cine , desde el primer día la tuteamos como a un viejo camarada. Grandiosa, cosmopolita, cercana, colorista, políglota, exuberante, hermosa, glotona, fotogénica- siempre está dispuesta a ofrecerte su mejor perfil- lujosa, ordinaria, provocativa y altanera.
Pobre,  miserable, insolidaria, patriota y desarraigada. Canalla. Pero el día que te marchas, sabes, sin lugar a dudas, que regresarás como el enamorado que parte mirando hacia atrás con la promesa de volver.
Todo esto y más, es New York.