4 Estaciones

En esta sección iremos añadiendo fotografías relativas a las cuatro estaciones del año

Verano(2018)

Bajé a la playa y estaba invadida de gente pringosa. Probé a tomar una manzanilla en mi taberna de siempre y no pude ni entrar. Mis paseos vespertinos por las calles los tuve que suspender, pues era dificultoso abrirse paso entre las hordas de gente desaliñada que pululaban por doquier. En el mercado una turba embobada, que fotografiaba atunes como si fuesen habitantes del lago Ness, me impedían acercarme a comprar en los puestos. Los aborígenes estábamos desplazados por los nuevos descubridores que nos colonizaban por unos días, con derecho a desayuno.
Huí de aquella vorágine y me encerré en casa. Atranqué puertas y ventanas, puse todo en penumbra y, ya más sosegado, llegué a la conclusión de que era allí donde iba a pasar mis vacaciones, entre libros, repasando fotos antiguas, oyendo música de mi tiempo y soñando con el otoño, tan lejos de las estridencias mundanas.
Eso sí, puse el vino a refrescar.

 

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Primavera(2018)

Resguardada en una casapuerta, espera que escampe y que el vendaval, amor de peluqueras, descanse de su furia presuntuosa y destructora. Escucha las trompetas a lo lejos y saca de su baúl de viaje un traje negro de luto riguroso. Sale a las calles y plazuelas a dejar la impronta de su presencia, que ya era casi una certeza, y muestra su tarjeta de visita con fragancia de azahares. Pero guarda sus vestidos estampados de flores para cuando lleguen los días embriagadores de vino, faralaes y tardes de toros. Y nosotros queriendo atrapar todo para amasar un tesoro de imágenes, casi todas quedaran en el camino, buscando la toma impoluta, perfecta y codiciada que nunca surge. Nos han dicho que la manzanilla aviva el sentimiento y despierta el ingenio. Por eso, nosotros creemos que estamos cerca de conseguirlo.

 

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Invierno (2017)

En verdad, es una estación sorprendente. Comienza con un solsticio frío y brumoso donde festejamos, entre canticos insoportables, comilonas pantagruélicas y melopeas suicidas, el nacimiento de un niño al que todos adoramos entre cortina y cortina, contemplando como vuelven a beber los peces en el río. Luego, a mitad de camino, nos entregamos a la locura iconoclasta e irreverente del Carnaval, adorando a Momo rey de los excesos, olvidándonos por unos días del niño y sus enseñanzas. Pero el final es tremendo. Después de una cuaresma triste y flagelante, matamos al niño, ya crecidito. Paseamos su martirio sobre tronos dorados y, entre cantos y sahumerios, lo enterramos y lo resucitamos para ¡Oh, aleluya! poder irnos tranquilos para la Feria.
Y no nos digan que todo esto no tiene una fotografía suculenta y apasionante. Anda que no.

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Otoño (2017)

Tenía que escribir sobre el otoño, pero como soy un pobre aprendiz de escritor y sin oficio, busqué inspiración en los tópicos de siempre. Que si la hojas caídas, la tan manida lluvia tras los cristales, el amor olvidado y lejano, o las castañas, la vendimia, las chirimoyas, los melocotones y las nueces. Lo de siempre, vamos.  Pero resulta que las ventanas hay que tenerlas abiertas para que entre el fresquito. Que si antes bebías indolente y sorbo a sorbo un vino generoso, ahora lo que sigue apeteciendo es una cervecita helada. Y cómo puedo relatar un paseo solitario por el bosque, si lo que hago cada día es frecuentar la playa extensa y luminosa. Será lo que dicen los agoreros del cambio climático que viene y, a lo mejor, llevan razón.

Pero a mí lo que más me mortifica, es que estoy deseando de ponerme una rebequita y guardar los nikis de una vez.

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Verano (2017)

Los ves pasar cargados de tiestos como si fuesen mulas de arrieros, vestidos de colorines  como si su indumentaria la hubiese diseñado un loco sádico. Llevan un gesto místico, de mártir entregado o, quizá, de peregrino agotado;  una nevera,  dos bolsas repletas de comida, una sombrilla, tres butacas de rayas azules,  un salabar, un cubo con palas y rastrillos y un salvavidas con cara de perrito para la niña.  Es un milagro, musita el espectador, preguntándose cómo esos hombres son capaces de semejante portento. Detrás marchan en vociferante formación, dos niños  que dan saltos espasmódicos, una esposa,  metidita en carnes enfundada en un pareo psicodélico, que da la mano a una niña eternamente fastidiada y llorica. Les espera un larguísimo día al sol inclemente, empanados con la arena y el bronceador, achicharrados hasta las entretelas  y vapuleados por las olas de unas orillas martirizantes. Al atardecer, los  recoge un autobús atestado que, tras trescientos kilómetros, los dejará, somnolientos y derrengados, en Villanueva del Canuto, provincia de Córdoba. ¡Qué gran día hemos pasado, comadre!

Y qué pedazo de foto-reportaje  ¿Quién dijo eso de que en Verano estamos faltos de inspiración?

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Primavera (2017)

Me arrastro por la vida. No puedo ni con mi cuerpo. Abulia, desgana, somnolencia, anorexia. Vamos, malo de acostarme. Me duele hasta la mirada y no se qué no me duele ¿Qué me pasa? ¿es ésto que se acerca el final? Es como si fuera mi Getsemaní particular pero sin olivos. No se sí veré amanecer ¿ Estaré enamorado  a la vejez? no puede ser, esa enfermedad se cura con los años y yo soy un escéptico. ¿Será una alergia o una andancia? ¿será una angurria  , a lo mejor es flato?.

¡Socorro! ¡ayuda!

¡¡Claro, idiota de mi!! todos los años se me olvida: es la Primavera, que ha llegado rotunda y triunfante. Y yo, simplemente, estoy lacio, muy lacio.

Qué alivio, por Dios. Ahora, nada más que por eso, voy a tomarme un vaso. ¡Ea!

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Invierno (2016)

A diferencia de lo que todo el mundo opina, el invierno no es un tiempo yermo y sin vida; al contrario. El invierno, hay que reconocerlo, es un poco avaro pues nos acorta la luz y nos merma los días, pero también es muy generoso cuando nos regala sus tardes espléndidas y ensoñadoras, tardes para pasear amores por la cintura. Es frío, pues claro, pero nos enciende por dentro junto al brasero de la mesaestufa familiar. Lluvioso, es lógico, pero nos hace estremecernos bajo el paraguas cuando paseamos madrugadas humedas y solitarias. Y, sobre todo, es riquísimo en recuerdos. Nos los trae envueltos en el celofán de nuestra memoria para que los disfrutemos obsesivamente como en una película sin fin. A ver quien dice ahora que el invierno no es fructífero.Sobre todo al sonar el despertador una madrugada fría de un Enero lluvioso, para ir a currelar.

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Otoño (2016)

Al Otoño lo conocemos desde hace muchos años.  Hemos disfrutado de sus mágicos atardeceres, gozado de su luz amable, saboreado sus frutos tan melosos y paseado sus alamedas y orillas  oyendo nuestras pisadas como una música que acompasa nuestros sentires en un abrazo cálido y tierno.
Pero el Otoño, sigue siendo para nosotros un enigma que no podemos descifrar y un reto que no conseguimos alcanzar. Porque, diganos  cómo se puede fotografiar la melancolía, la soledad, el amor inconcluso, el lenguaje de los vientos, la mirada sin fin, el sabor de la boca amada o el escalofrío de un beso robado. Es que es la estación de los sentimientos más profundos  y más íntimos. Y eso, amigo es muy difícil meterlo en un fotograma.
Podríamos ser, como dijo el poeta, un pajáro y abarcar con la mirada los colores  de los campos yermos y ocres, los amarillos de despedida de los bosques que bostezan y los azules profundos de los cielos. Pero para nosotros, con los tiempos que corren, mejor sería que fuesemos un dron.

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Verano (2016)

Volvieron los vientos calientes y se colaron por rincones y rendijas. Los muros enjabelgados de cal refulgían de una luz violenta y dominante. Buscábamos  con ansias las sombras pero se nos escapaban temerosas y derrotadas. Sólo en las tardes rojizas y frente al mar, encontrabamos alivio para tanto deslumbre y hallábamos consuelo mirando al horizonte que nos refrescaba como un samaritano solidario y compasivo. Había llegado el verano y nosotros, como siempre, habíamos quedado  prendados de su luz victoriosa y altanera. Ahora volveremos a nuestros cuarteles de verano, a esperar que los bárbaros se retiren a sus tierras del interior, velando armas como caballeros que somos.

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Primavera (2016)

Y de pronto se rajó el velo del invierno. Los azahares reventaron en los naranjos de las plazuelas, inundando todo de aromas embriagantes y lujuriosos. Los vencejos, en sus vuelos enloquecidos, hacían piruetas inverosímiles entre espadañas  y campanarios. Las mujeres se sintieron nuevamente hermosas y salieron a las calles  con sus peinetas y sus lutos entallados y provocativos, y al toque de trompetas y fanfarrias las noches se llenaron  de vírgenes entronizadas entre bordados,  donde no cabe una puntada más  y ceras de filigrana y de flores, muchas flores, de todos los olores y colores, que se pasearan ante nuestros ojos atónitos como dolorosas y reinas victoriosas. No se adora a la muerte ni al martirio, sólo se cumple el rito de la espera  de una resurrección de la vida que dará sentido a su nombre:  primavera , lo primero que verás brotar.
Por eso hay que salir a las calles y beberse a pecho las madrugadas. A riesgo de afanarse un gripazo.

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Invierno (2015)

Y han vuelto los villancicos de siempre, y las felicitaciones fariseas de siempre y los regalos inservibles y las comilonas por costumbre y las risas sin motivo y los cuñados sabihondos felices y las asquerosas uvas y tampoco nos ha tocado el gordo y la borrachera sin motivo y todo eso que nos hace sentirnos tal como siempre.
Pero una mañana, al alba temprana, marchamos por una senda solitaria y fría, con la bruma que difumina el horizonte, sin flores en la cuneta, sin sol que nos caliente. Entonces miramos alrededor y sentimos que la vida palpita escondida entre las zarzas rociadas de escarcha. Hay una melodía sincopada que nos acompaña solidaria, esperando que encontremos la ruta de lo inesperado. Entonces, sorprendidos y admirados, vemos como el día se levanta y nos anuncia que el invierno es un tiempo de hermosa y tibia espera . Miramos hacia dentro y con la templanza de lo que vendrá y soñamos con un tiempo de flores.  Ven a mí, querido Invierno. Acompáñame viejo amigo.

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Otoño (2015)

Nosotros, que la hemos visto soberbia y estridente, vencedora y opulenta ocupar, hasta el hartazgo, todo el paisaje, con la avaricia con que exprimía el crepúsculo y con la premura con que provocaba el amanecer. Hoy la hemos contemplado deslucida, impotente ante el avance pertinaz de las tinieblas, desbordada y sin fuerzas que oponer a la victoria de la oscuridad. Vencida.
Pero en su agónica derrota , nos regaló, a modo de despedida, unos atardeceres mágicos,  repletos de colores imposibles que guardaba para su retiro camino del reino de los grises y de los azules fríos, para los días cortos. Y nosotros, absortos, hemos sentido el abrazo tibio y cálido de la luz de Otoño; esa bendita luz que cada año, bondadosa y plena como una mujer madura, nos permite el disfrute y el sosiego ante un fotograma eternamente idealizado.

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Verano (2015)

Recostado, indolente, con el vino refrescado y la persiana apenumbrando la estancia, te dejas llevar por imágenes antiguas y evocadoras y con la mirada entreabierta, apenas vislumbras el rincón donde descansa la cámara sola y espectante. Sabes que la pereza es la enemiga de la inspiración y aliada del hastío. Te prometerás que mañana volverás al oficio, que buscarás entre los escombros de la memoria aquella idea vieja que dejaste al resguardo para los días de sequía. Pero también sabes que mañana será igual, que la luz inclemente que reverbera al otro lado de la persiana, te estará esperando a las puertas del infierno para matarte la afición y quemarte los sentires. Y, además, allí afuera están ellos, con sus gritos, sus sudores, sus camisetas, sus chanclas, sus niños, sus perros y con «tó sus…….avíos».

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Primavera (2015)

“Especialmente en Abril” decía la canción.  Y es el momento en que se abren los brazos para recibir al sol, olvidando las galernas y los vendavales, esperando a que nos rescate de las sombras y de las grises penumbras. Para ver como “al paisaje se le suben los colores a la cara”…
En una esquina cualquiera Soleá me da la mano y yo miro su cara triste, para envolverme de sentimientos antiguos y de olores y dolores al compás de un ronco tambor. Pero eso es solo una tregua, porque “ volverá a reir la primavera que por cielo, tierra y mar se espera”… Y repetiremos los  gestos archivados  de nuestra memoria. ”Sin olvidar, imprudentes, el consejo de Neruda: ”Que las nieves son más duras, en Abril especialmente”
¡Ah! ¿Que esa no es su primavera?… Pues lo siento, amigo. La verdad, es que las hay para todos los gustos.
Y en Buenos Aires, Octubre.

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Invierno (2014)

Tenía la mirada fría y azul. Cuando reía, lo hacía  solo con un esbozo triste  y cansino. Sus escasos abrazos nunca daban calor, acaso distancia. Nada sabía de melancolías ni de ternuras. Era más noche que día y el color dorado de su pelo recordaba las tardes cortas y tibias de enero. Podía ser plácida y tormentosa a la vez, turbia e inclemente  o impredecible como un febrero alocado. Por eso cuando se marchó, sólo le pude decir : «Adios  Invierno».

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Otoño (2014)

No son las hojas secas que alfombran el bosque. No es el viento de vendaval que hace desertar a los paseantes de la muralla. Ni, tampoco, la llovizna mustia que adormece la tarde. Es el sentimiento hondo y profundo que nos trae recuerdos de otros tiempos, de los amores perdidos, de los abrazos olvidados, de las risas sin motivo. Es el mirarse a los ojos frente al espejo y contemplar como ha pasado la vida por nuestro rostro. La ceniza del pelo, las arrugas inclementes y el gesto de hastío y lejanía que nos adorna el gesto. Ese es el verdadero Otoño. Ahora solo nos queda la duda de coger el tren de regreso o darnos una tregua esperando otro con la ilusión de que traiga retraso.

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Verano (2014)

Hay un verano de costa, frívolo y desalmado, y otro de interior, recóndito y apacible. Uno es estruendoso, masificado y festero, de noches canallas y de pecado. Mientras, el otro, es la vuelta al pueblo de los abuelos, de verbenas y plaza mayor, de siestas de moscas y noches estrelladas. Las playas son el ágora donde se exhiben los cuerpos y salen a refrescarse los deseos más inconfesables y ocultos. Por el contrario, los campos, de amanecida, son el encuentro con el revuelo de trinos, los olores que emanan de la vida y el murmullo fresco de las fuentes y los arroyos. En uno la alegría es artificial, química y voluptuosa. La música es foránea, casi diabólica, y los amores tienen un plazo de quince días con derecho a desayuno. En cambio, en el otro, es fácil toparse con la soledad sonora y jugar a enlentecer el tiempo mientras entornamos los ojos para ver reverberar el horizonte. Escoja usted, hay para todos los gustos.

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Primavera (2014)

Ha sido como un prodigio. Cuando todo parecía perdido, inerme, seco y descolorido, desde lo más profundo de la tierra ha empezado a brotar la vida. La verde sementera alfombra los campos, los árboles, ayer tristes y moribundos, hoy se orlan de nacimientos multicolores. El aire tibio se encabrita de trinos enloquecidos, los olores nos embriagan y las flores estampan este decorado mágico y sugerente.
La luz le gana espacio a las tinieblas invernales y las tardes llenan los paseos de jóvenes debutantes que olvidaron, queriendo, los abrigos en casa y rescataron de los armarios camisetas y pantalones imposibles. Y, aunque por el sur festejemos el tormento y la muerte, al final también triunfa la vida. Nosotros, como notarios melancólicos, damos fe de todo este milagro de la Primavera.

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Invierno (2013)

Mientras la vida dormita en un sueño estéril bajo la tierra, arriba los vientos de temporal zamarrean los esqueletos fantasmales de los arboles de savia seca, como si estuvieran sin sangre. Los paseos y alamedas desertados de paseantes, son simplemente un mundo de sombras y luces espectrales, como el decorado triste de una obra sin argumento, sin vida. El gris se enseñorea sobre la paleta y la luz se hace mortecina en los cortos atardeceres. Aún ni los almendros tienen un presunto de esperanza en renacer.  Hay un silencio de pájaros y una modorra en el tiempo. Los hombres buscarán en las pascuas y en los carnavales un remedo de la vida.

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Otoño (2013)

Le pregunté al viento del Norte quién era el Otoño y me mandó una ráfaga de aire fresco y benefactor que me alivió de las últimas y pejigueras calores del estío. Luego, le pregunté a qué huele el otoño y al momento, me vi asaltado por mil fragancias que me recordaban a los dulces melocotones, chirimoyas, uvas pasas, nueces y castañas que tanto me evocaban la niñez perdida. Volví a insistir por el color del Otoño y él me mostró una maravillosa paleta de colores ocres  y amarillos que había traído de las tierras castellanas de la meseta. Al final, me atreví a preguntarle por la luz del otoño, el viento roló a poniente y me mostró a Cádiz desde el mar, en un cálido y dorado atardecer que parecía un bajel meciéndose plácidamente en el ocaso. Al final me regaló un aroma de mujer que me llegó hasta el alma.
Ahora ya sé que es el otoño.

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Verano (2013)

Tras la persiana se vislumbra la ciudad cegada por una luz inclemente. Desertadas, las calles solitarias solo recogen el eco de algunas osadas y fantasmales figuras  que se ajetrean buscando sombras redentoras que alivien su travesía por el desierto infernal del mediodía; su visión reverbera ante nuestros ojos. Refugiados en la penumbra, indolentes y ociosos, esperamos la llegada salvadora de la noche y como resucitados que salen de sus tumbas, buscamos afanosos las balaustradas y las orillas para recibir  la  brisa marina que nos hará revivir. Duro el verano, infierno adornado de luces de neón. ¡¡Ojú, qué caló!!

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Primavera (2013)

Mi primaVera ha regresado. Luce un vestido negro y se adorna con una mantilla de blonda para pasearla la noche del espanto. Usa un dulce aroma de azahar y se enseñorea por las madrugadas tibias de Abril oliendo a jazmines. Yo sé que guarda un equipaje de trajes estampados por miles de flores, aguarda a que el sol la rescate de las galernas furiosas y la caliente, mientras oyen un canto incansable de pájaros viajeros y el revuelo de los fieles vencejos que anuncian la buenanueva. Mi prima Vera es coqueta, sorprendente, alocada, desconcertante y copiosa. Es mujer.

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Invierno (2012)

El frio viento del norte curtiéndonos el rostro, las cortas y doradas tardes de lentos paseos frente al mar, la lluvia tras los cristales del cierro, la campana que avisa al rosario en la torre cercana, las manos en los bolsillos y vagabundear por callejuelas solitarias, el brillo de la luz del farol de la esquina reverberando en los adoquines, el calor del brasero de cisco y picón, el vapor del puchero que reposa, los  besos de casapuerta, la mirada perdida en un rincón, los que se fueron, los que regresan, la madre que te arropa, la música melosa, la lotería que nunca toca, la sucia estación de madrugada… y tú y yo, y nosotros. Todo esto y más, es el invierno.

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Otoño (2012)

Dejamos la senda segura del camino para adentrarnos en el enigma incierto del bosque.
El desnudo rutilante y previsto de la arboleda, había sembrado el suelo de una alfombra
espesa y lánguida de hojas moribundas. Luego el crujido sincopado de nuestros pasos rajaron
aquel silencio sonoro y compusieron una sinfonía que se expandía entre miradas y abrazos
furtivos. Las manchas rojizas de los robles, la dulzura verde de los castaños y las pinceladas
amarillentas de los chopos tejieron una paleta de colores eternos para regalarnos un decorado
que adornase nuestro alocado y descarado amor.

Luego, encaramados al borde del acantilado, esperamos abrazados la llegada del crepúsculo,
que se anunciaba desde la mar, bañándolo todo con su luz dorada y mágica. En esos precisos
momentos tuvimos la certeza que el OTOÑO había llegado y nos cubría a todos con su capa de
melancolía serena.

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