Cuando nos enteramos de que habíamos sido condenados a esta reclusión indefinida, pensamos que un virus no era suficiente para romper nuestra relación de amistad y camaradería de tantos años. Entonces imaginamos cómo sería nuestra reclusión ideal: en principio sería todos juntos, no cantaríamos por los balcones, no mandaríamos mensajes lacrimógenos por las redes y luego, por supuesto, no tendríamos ningún propósito de enmienda. Nos defenderíamos del bicho con medidas higiénicas a base de alcohol: amontillado, palo cortado, manzanilla y buenas cosechas de tintos, serían nuestra mejor defensa. Y si después de todo, el virus decidiera atacarnos, pues que nos cogiera a los cuatro juntos. Esta es la recreación de nuestro confinamiento. Esperamos que el Covid-19 ,tiene guasa el nombrecito, se vaya pronto al mismísimo carajo. Hemos dicho.